John Dos Passos, de origen portugués; seis pies de talla,
desgarbado, miope, hizo sus estudios en la Universidad de Harvard. A
poco de graduarse fue por primera vez a España. Luego, cuando los
Estados Unidos entraron en la guerra, sirvió en el frente hasta que se
firmó el armisticio. Desde entonces no ha parado seis meses en el mismo
sitio. Tan pronto está en México como en Teherán o en Constantinopla.
De cuando en cuando reaparece en Nueva York, que puede llamarse, aunque
algo impropiamente, su residencia fija. Barzonea algún tiempo por
Greenwich Village, y un día cualquiera, sin que nadie se entere, toma de
nuevo el portante.
Sin embargo, Dos Passos no es
de esos americanos que, como él mismo dice, viajan por pasear sus
baúles. Su insaciable curiosidad no se contenta con ver. Necesita vivir
la vida que le rodea, amoldarse a las costumbres, aprender la lengua
del país que visita. Es, en una palabra, todo lo contrario de un
turista.
Radical hasta la médula de los huesos, tomó parte
activa en la tragedia Sacco-Vanzetti, colabora en las revistas
avanzadas, simpatiza con el bolchevismo. Como escritor se limita a
transcribir lo que ve, lo que siente, lo que oye y lo que huele, sin
tratar de hacer a la fuerza una obra trascendental. No se nota en él
ese ingenuo prurito de escribir libros profundos y definitivos, tan
común entre los literatos norteamericanos que, por temor a parecer
superficiales, pontifican a menudo en tono pedantesco y solemne. Es
admirable la modestia de este novelista. Siempre ausente de su obra,
deja a sus personajes en absoluta libertad y no se interpone nunca en
su camino.
Three Soldiers, 1921, le hizo célebre en los
Estados Unidos. Un año antes había publicado en Inglaterra One man´s
initiation, su primer protesta contra los traficantes de carne humana;
pero esta novela pasó injustamente desapercibida. Tres soldados por el
contrario, tuvo un gran éxito. Los radicales aludieron, los patrioteros
se escandalizaron: todo el mundo discutió; la censura intervino.
Tratábase, en efecto, de una pintura muy poco aduladora de aquella cosa
tan extraña que de 1917 a 1919 se llamó el ejército americano. Los tres
soldados, Fuselli, Chrifield y Andrews, salen de la esclavitud
militar, física y moralmente destrozados. El primero cae enfermo y
pierde el respeto a sí mismo; Chrisfield sufre la persecución de la
justicia; Andrews deserta y se expone a veinte años de presidio para
poder “conservar la integridad de su pensamiento". En segundo término
aparece una multitud de oficiales, enfermeras, aristócratas, empleados,
campesinos, cuyas relaciones perfectamente normales contrastan con la
rebeldía del triple protagonista.
Estas dos novelas de la
guerra fueron en parte redactadas en España, donde el autor pasó una
larga temporada después de librarse del uniforme. La España de Dos
Passos no es la España convencional que suelen ver los extranjeros. Sus
ensayos sobre nuestras costumbres, nuestra psicología, nuestra
literatura, nuestras ciudades, publicados en revistas neoyorquinas y
reunidos después en el volumen Rocinante to the road again, 1922, así
como los croquis madrileños incluidos en el libro de poesías A pushcart
at the curb, publicado en la misma fecha, rebelan una perspicacia y
una agudeza de observación que ya quisieran para sí muchos de nuestros
ensayistas y poetas. La ficha
Dos
Passos fue miembro de la denominada Generación Perdida, en donde
también se incluyen autores como Ernest Hemingway o Francis Scott
Fitzgerald. Su estilo se encuadra en el realismo de la Escuela de
Chicago, en el cual se desmitifica el sueño americano desde una
gradación expresionista y una tonalidad desilusionada y pesimista.
Además
de los títulos citados, sus novelas más significativas son "El
paralelo 42" (1930), "1919" (1932) y "El gran dinero" (1936), tríada de
novelas que componen la llamada "Trilogía USA". Tampoco son
desdeñables "Hombre joven a la aventura" (1939), "El número uno" (1943)
y "El gran proyecto" (1949), títulos estos últimos que integran
tambíén otra trilogía, la denominada "Distrito de Columbia".
Murió a causa de un fallo cardiaco en Baltimore el 28 de septiembre de 1970. Tenía 74 años.
En
1923, con Streets of Night, Dos Passos vuelve a la novela. Ha
abandonado el tema belicoso. Le atrae ahora la tragedia de la juventud
intelectual americana, juventud presa de un malestar sordo, de una vaga
neurastenia que conduce a veces al suicidio. Tal es el caso de Wenny,
uno de los protagonistas que se pega un tiro para acabar con la
angustia que le atormenta. La censura prohibió Calles de noche en
diversos estados de la Unión. No porque el estilo sea demasiado crudo
para las sensibilidades puritanas -reproche que actualmente se hace a
Dos Passos-, sino porque Wenny, hijo de un pastor protestante, no ve en
su padre más que un ser mezquino y un tanto ridículo con su cuello
abrochado por detrás. Se comprende que la rigidez de tal hombre no es
ajena al suicidio de su hijo; y la gente mojigata clamó contra
semejante falta de respeto a la sagrada institución de la familia.
Así
como La iniciación de un hombre es un boceto de Tres soldados, en
Calles de noche está el germen de Manhattan Transfer donde Dos Passos
aborda el problema técnico de pintar una ciudad enorme y lo resuelve
por un procedimiento dramático. Su novela es una sucesión de escenas.
La masa en bloque no aparece nunca, pero los personajes se suman, se
multiplican, hasta formar una multitud abigarrada de rentistas,
negociantes, cómicos, obreros, millonarios, prostitutas, militares.
Unos nacen, otros mueren, otros se casan, otros terminan en la cárcel,
otros se eclipsan durante años para reaparecer con el cabello gris
enriquecidos o arruinados. La habilidad con que el autor pone en
contacto a todos estos personajes tan heterogéneos es asombrosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario