Oscuro como la tumba donde yace mi amigo
Bajo el volcán
es una obra excepcional y no precisamente por que sea una trágica
historia de amor como tantas otras, sino por la forma en que ésta nos es
transmitida. Desde que el lector empieza a adentrarse en la vida del
Cónsul y en su sufrimiento, empieza a inmiscuirse en la nostalgia de
aquella Quauhnáhuac, esa ciudad llena de fantasmas, barrancas,
borracheras y alucinaciones, poblada de mitos, leyendas, números
cabalísticos y símbolos diabólicos. A medida que la novela se va
desarrollando esta va surtiendo efecto en el lector hasta que logra
emborracharlo, sugestionarlo y hasta hacerle caer en el sufrimiento del
Cónsul. En un excelente ejemplo de lo que Aristóteles llamaba la
catarsis, vemos al Cónsul caer a la barranca asesinado por unos malditos
fascistas de derecha mientras él intentaba hacer justicia al indio
muerto. De verdad que no hay libro más mágico, romántico, alcohólico,
fantástico… García Márquez mencionó que uno de los autores que más le
había influenciado era Malcolm Lowry, de ahí que Gordon Bowker, biógrafo
de Lowry, lo considere precursor del Realismo Mágico.
Pero bueno, siempre me he considerado una persona escéptica, sin embargo en el caso de Bajo el volcán
y Malcolm Lowry, he pensado seriamente en cambiar de opinión porque las
cosas que le sucedían a Lowry siempre parecían eventos fantásticos.
Mencionaré sólo algunos ejemplos: 1.- Cuando empezaba a escribir su
novela, Lowry pensó en llamar al Cónsul William Ericsson… pues resulta
que en una ocasión, mientras vivía en Cuernavaca, un hombre de nombre
William Ericsson murió asesinado a tiros en un pleito de cantina y
arrojado a la barranca, tal como él había asesinado al William Ericsson
de su novela. 2.- Mientras vivía en Vancouver, Canadá, su cabaña se
incendió, y luego de intentar recoger sus manuscritos, sólo encontró
algunos fragmentos de hojas chamuscadas en todas las cuales,
curiosamente, se leía la palabra “fuego”. 3.- De vuelta en México para
recorrer el escenario de su novela al lado de su segunda esposa Margerie
Bonner, Lowry llega a rentar por pura casualidad precisamente el chalet que había utilizado de modelo para casa de M. Laruelle, y es ahí mismo, donde recibe la noticia de que Bajo el volcán sería publicada, y por si esto fuera poco, el mismo cartero que sirvió de modelo para el cartero de Bajo el volcán,
fue el mismísimo cartero que le entregó la carta de aceptación. Así por
el estilo, la vida y la obra de Lowry están plagadas de coincidencias y
hechos curiosos que rayan en lo sobrenatural, incluso su muerte, un 27
de junio de 1957, a
los 47 años, una coincidencia más de repetición de su número
cabalístico, el número 7, curiosidades que él siempre consideró
designios divinos.
El
pasado 27 de junio se cumplieron 50 años de su muerte. Ocasión preciosa
para compartir un trago con mi amigo Lowry. Viajé hasta su tumba en
Ripe, East Sussex, Inglaterra, y le llevé una botella de mezcal, algunas
cervezas, anís del mono y cigarros Alas.
Al llegar al panteón sentí una gran emoción: era una tarde muy
templada, limpia y un aire fresco se respiraba en el amiente. Una
angosta carretera me llevó entre un paisaje campirano y tranquilo.
Cuando estaba a punto de cruzar el umbral del panteón me embistió un
macabro temor que sin embargo me invitaba a penetrar más allá, tuve la sensación
de que estaba viviendo un sueño o una película. Una iglesia oscura y
bastante fea parecía saludarme pálidamente. Llegué hasta su tumba y me
coloqué a un lado de la lápida en una posición solemne. No sabía que
hacer… ¡Había recorrido miles de kilómetros para llegar hasta ahí, pero
no sabía que hacer…! En ese momento recordé la visita que Lowry le hizo a
la tumba de su amigo mexicano Juan Fernando Márquez, quizá su mejor
amigo, en la cual le había dirigido una oración. Opté entonces por hacer
lo mismo y le recé un Padre Nuestro. Afortunadamente recordé más o
menos bien como iba aquello y a continuación destapé una botella de
mezcal Ultramarine
que llevaba en mi mochila. Vertí una buena parte de él sobre la tumba y
lápida y bebí algunos tragos, también vertí una cerveza oscura completa
además de algunos sorbos de Anís del mono.
De pronto noté que entre la maleza una placa había sido atada a la
tumba con un alambre grueso, la inscripción parecía ser de barro con un
colorido dibujo de los volcanes y decía “¿Le gusta este jardín que es
suyo? ¡Evite que sus hijos lo destruyan!” Luego le agradecí habernos
ofrecido su novela y le encendí un cigarro Alas
que puse sobre la lápida y prendí uno para mí. Su cigarro comenzó a
consumirse rápidamente, el viento empezó a soplar y permanecí observando
como Lowry indudablemente fumaba alegre su cigarro. Una chica se acercó
y me dijo sorprendida: “He is smoking it!” a lo cual respondí con naturalidad: “Of course, we are smoking…!”
y el ritual parecía completo, cuando de pronto, una lluvia inglesa y
tenue comenzó a caer desde el cielo y algunos relámpagos se escucharon a
lo lejos. La gente me miraba con mucha admiración aunque no faltó quien
preguntara que para que le hablaba si ya estaba muerto, los ingleses no
entienden que los muertos no se van del todo, pero bueno, ¿cómo
explicarles? En el lenguaje lowriano
los truenos y la lluvia eran una clara señal de que estaba ahí con
nosotros, compartiendo el mezcal con aquellos que hemos decidido seguir
el camino trazado por él, nuestro querido San Malcolm de las cantinas.
¡Salud!
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